El caso es que TMZ, una de las publicaciones más sensacionalistas al otro lado del charco, colgó ayer en su página una parte de ese vídeo. Apenas 30 segundos que son más que suficientes para comprobar el subidísimo tono de la última creación de la artista neoyorquina. La tónica general de esta reina de la provocación. Lady Gaga tumbada en una camilla, Kelly haciendo de doctor salidorro que mira por debajo de la sábana, ella que gime, él que pone posturitas... Y Terry Richardson que aparece por allí echando fotos mientras Stefani Joanne Angelina Germanotta se reboza, como Dios la trajo al mundo, sobre un montón de recortes de periódico. Un trabajo que, sin embargo, y según la propia página de cotilleo, Lady Gaga desechó poco antes de ver la luz «por falta de tiempo, traiciones y otras excusas vagas". Fuentes citadas por el New York Post señalan, en cambio, que la decisión de parar la publicación del vídeo se debió al escándalo en el que se ha visto envuelto Richardson, y que hizo recular a los asesores de la cantante y a la propia Lady Gaga.
Que se sepa, es la primera vez que Lady Gaga se autocensura. Sin embargo, ya está acostumbrada a que otros metan la tijera desde fuera. Las autoridades chinas, por ejemplo, se las ven y se las desean para bendecir sus discos (que salen al mercado con importantes modificaciones, eso sí) y algunos de sus temas más célebres, como Alejandro (uno de los primeros, en el que se vestía de monja con una cruz invertida y en posturas eróticas con varios hombres a la vez) no han obtenido el visto bueno ni en su propio país, adalid del puritanismo. Eso ya ocurría, por cierto, cuando Miley Cyrus todavía no había salido de Hannah Montana.
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